





Sentimos la presencia del espíritu de Doña Natalia en el aire fresco de la sierra, en las lluvias suaves y duraderas, en la mirada de un trabajador cansado pero contento después de un día difícil de trabajo, en la emoción de cuando se comparte la cosecha en el atardecer de los Andes de Ecuador.
Heredamos de Doña Natalia nuestra devoción a la agricultura, el amor innato al campo y el respeto hacia la naturaleza, el optimismo al enfrentar las adversidades de la vida y la lealtad a la calidad y la humanidad.
Buscando la forma de agradecer a la bisabuela encantadora, hemos asociado su nombre con la calidad suprema de rosas de Agrogana, y estamos seguros de que Doña Natalia da su amable aprobación al trabajo que realizamos.